Debido a la actual crisis sanitaria generada por el Covid-19, se ha evidenciado notablemente el uso de productos de desinfección, estos productos son muy importantes pues ayudan a disminuir la tasa de contagio por este nuevo virus. Sin embargo, se ha observado un aumento sustancial de los productos antibacteriales en productos que no son destinados directamente a un proceso de desinfección, como por ejemplo las pinturas.

Pero ¿Qué son las pinturas antibacteriales?
Desde el punto de vista del consumidor se entiende que un producto antibacterial es aquel capaz de inhibir la supervivencia de un microorganismo, o directamente eliminarlo como si de un “veneno” se tratase, sin embargo, existen muchísimas bacterias, ¡tantas! que es importante contextualizar qué clase de bacterias son las que un producto es capaz de combatir. Paradójicamente, cuando se habla de una pintura antibacterial, en general se habla de un producto que resiste los productos de desinfección que sí son capaces de eliminar o inhibir la supervivencia de dichos patógenos microscópicos, es decir una pintura es antibacterial cuando es capaz de resistir productos clorados como lejías, ácidos muriáticos, derivados de yodo y demás disolventes (alcohol) capaces de eliminar estos microorganismos.

Cuando en una etiqueta se menciona que una pintura es capaz de eliminar el 99% de las bacterias, realmente está induciendo a un error muy grave al consumidor pues las pinturas comerciales en la actualidad no tienen esta propiedad. Cuando se formula una pintura al agua (acuosa), se emplean preservantes de la familia de los cloroisotiazolinonas y en muchas pinturas todavía se emplean derivados del formol (se sorprenderían al saber con exactitud todas las marcas que aún lo emplean) que eliminan la formación de toda clase de microorganismos, todo esto con el objetivo de que la pintura envasada no se dañe (putrefacte) ante la presencia de dichas bacterias, hongos etc; sin embargo cuando la pintura es aplicada, este químico se evapora con el resto del agua en el proceso de secado de la película final.
Cuando se diseñan pinturas especiales para exteriores (fachadas) o especiales para zonas húmedas, se emplean químicos como el diuron, terbutrina, cibutrina (alguicidas) y los carbendazima, piritionato de zinc, derivados de isotiazolinona etc (funguicidas) que sí tienen un efecto residual en la película seca, es decir siguen actuando por un largo periodo de tiempo hasta que se lixivian de la pared o se agota su acción antimicrobiana, todos los químicos anteriormente comentados atacan a las algas y a los hongos evitando que en la película de pintura seca se genere la formación de dichos microorganismos, no obstante, estos químicos no eliminan las bacterias, ¡ni siquiera las comunes como por ejemplo un E. coli o una salmonella!

Si analizamos la etiqueta de la mayoría de las pinturas antibacteriales, en estas se puede observar la información de que “inhiben el desarrollo del 99.9 % de las bacterias y hongos entre otros microorganismos”, esta última frase se debe saber interpretar; como químico y formulador de muchas clases de pinturas, puedo mencionar que es cierto que una pintura puede inhibir el desarrollo del 99.9% de los hongos y las algas si se emplea diuron y un diclor-octilisotiazolinona por encima del 0.6% en peso del total del peso de pintura, este efecto biocida puede durar al menos durante un año en zonas de extrema humedad (por ejemplo, en Colombia, en zonas del Chocó y Buenaventura). No obstante, es imposible afirmar que una bacteria se va a morir al estar en contacto con una película de pintura con estas químicas.
En cuanto a las propiedades antivirales, es cierto que se ha empleado hidróxido de calcio capaz de destruir la capa o corteza del virus mediante los grupos hidroxilo (OH–) disueltos, el principal inconveniente es que el hidróxido de calcio en disolución se tiene que estabilizar con un polímero capaz de aislarlo para que no genere efectos negativos con el resto de materiales que conforman la pintura, lo segundo es que una vez se aplica la pintura, los radicales OH– quedan descubiertos en el proceso de secado haciendo muy inestable su acción antiviral, se podría decir que tienen buena acción antiviral durante los primeros días que dura el secado completo de la pintura, a partir de ahí se debe confiar a que el pH extremadamente alcalino de la pared (originado por el exceso de OH–) se humedezca y haga que el medio básico generado sea poco adecuado para la perduración de los microorganismos, finalmente es un método atractivo cuando se emplean recubrimientos de acabado mate que dejen al descubierto las partículas de OH–, si por el contrario se desarrollan pinturas satinadas o brillantes la resina interfiere en el contacto entre este radical y el microorganismo. Por otra parte, no todos los fabricantes tienen la tecnología para emplear hidróxido de calcio en la formulación de pinturas ya que este producto puede ocasionar reacciones indeseadas en el envase, las cuales pueden generar futuras reclamaciones y consecuentes garantías. Debido a esto, la mayoría de pinturas antibacteriales recomiendan un proceso de sanitización (desinfección) pasado un periodo de 10 días de aplicado el producto para que generen un efecto antibiótico, pero no ocasionado en realidad por el producto, sino por el desinfectante en sí.

Finalmente, la mayoría de pinturas antibacteriales se comercializan en acabado satinado, semibrillante o brillante, esto es debido a que cuando un producto no tiene porosidad, o su poro es mínimo, se consigue disminuir el área superficial de anclaje de las algas, hongos y bacterias. Además es más fácil limpiar una superficie brillante que una superficie mate. Sin embargo, las pinturas antibacteriales no son las que se recomiendan para zonas de alta asepsia como pueden ser consultorios, salas de cirugía entre otras instalaciones médicas, esto es debido a que dichos productos en su mayoría se elaboran con resinas acrílicas de muy alto desempeño, pero que no resisten productos de desinfección profunda, de hecho las pinturas antibacteriales no resisten el frote de thinner corriente, situación muy indeseable cuando se quiere desinfectar una sala de cirugías en la cual se emplean derivados clorados de mucha reactividad o chorro de ozono y agua oxigenada con capacidad degradante muy alta.
En definitiva, las pinturas antibacteriales se emplean para proteger zonas húmedas como baños y cuando se quiere pintar de manera más económicas paredes de cocinas que tienden a ensuciarse mucho, las pinturas antibacteriales presentan muy buenas propiedades para ser lavadas y limpiadas con multitud de jabones y detergentes comunes, además de que inhiben durante un largo periodo de tiempo la formación de algas y hongos.
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